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Mostrando entradas de enero, 2014

Fin del deseo, fin del sufrimiento

En mi voto por el deseo se me ha preguntado por la máxima budista de eliminar todo deseo en pos de la eliminación del sufrimiento. ¿Es la eliminación del sufrimiento lo que queremos? ¿Estamos dispuestos a abandonar cualquier deseo? Supongo que la máxima tiene sus asegunes  o sus intríngulis que por lo pronto no me son dados y, por ende, encuentro en la máxima una gran aberración. En mi gran ignorancia no votaría ni a favor ni en contra de la perspectiva budista porque no la conozco y no tengo deseos de conocerla (nótese la eliminación del deseo hacia ello). Sin embargo, le sigo dando mi confianza al deseo cuando éste proviene de mi interioridad o, como dirían en ciencias cognitivas, de la coherencia y concordancia con mi memoria autobiográfica. Desear, para mí, es estar vivo con los sentidos bien despiertos y la conciencia observando y regocijándose; todo ello acompañándome (es decir, "a la vez") en mi aventura existencial, o lo que es lo mismo, en esto que es la v

La diferencia en el modo de hacer

Si la cosa no es hacer por hacer, sino estar vivo mientras se hace porque a muchos les da por hacer en automático cual robotitos sin alma. Hacer gelatinas por mucho tiempo puede llevarte a la mentada "zona de confort", o automatitis, o bien puede llevarte a desarrollarte, es decir, a alimentar tu existencia. ¿Cómo? El primer día que aprendiste a hacer gelatina, estabas ahí con toda tu atención. Luego, las siguientes ocasiones que preparaste la gelatina, empezabas a ganar experiencia, confianza. Sí te gustó la experiencia, las siguientes ocasiones quizá experimentaste en hacerlo diferente. Todas estas formas de hacer te desarrollan y nunca te llevan a la mentada "zona de confort", pues estás enriqueciendo tu existencia (aunque los demás vean que sólo haces gelatinas). Pero supongamos que de tanto hacer gelatinas, le pierdes el gusto y ya las haces con los ojos cerrados. Cuando llegas a ese estado, en lugar de crecer, involucionas, te atrofias. Si alguien te di

Esto no es ficción

18:46 Esto no es ficción. Aquí estoy completamente viva y cargada de significados. La música suena. La pared fresca de pintura amarilla por fin se ve en un estado digno: sin parches, sin hoyos, como un sol al lado de mi cama; mi cama que dejó de seguir las reglas del Feng Shui para seguir las de mi corazón. Miro el resultado desde mi nueva silla ergonómica que cuida mi espalda mientras escribo mi tesis y otras cosas, como este blog. De frente las fotos de mi niñez, mis papá me abrazan, mis abuelos también: de ahí vengo. Aquí estoy. En una explosión de sentimientos que desembocan en una gratitud a mis padres y a mi vida que ha llegado hasta aquí hoy, lloro por dentro porque no hay quién permanezca inmune a tanto amor.

André Clouet, champagne

La primer champagne que pruebo hecha lejos de Reims y de Epernay. Esta grande réserve de André Clouet viene de Bouzy, al noreste de Epernay. Primera copa: mucho más suave que una Moet y de un color más champagne, es decir, más beige. Las burbujas más gruesas. Y, me gusta.  Creo que el momento de beber champagne es el justo momento en que el deseo sutil te lo pide. El deseo sutil es ese susurro que anuncia lo que sigue sin ser jamás una orden. Hoy escuché el susurro después de acabar una jornada de trabajo justo a tiempo para escuchar cierta melodía que alberga mis más preciados anhelos: tiempo de champagne.  ¿Ahora qué sigue? —Soñar— escucho. 

¿Y si esto es un juego de mesa?

Estoy pensando en una analogía. Supongamos que la vida es un juego de mesa y nuestra realidad se compone de fichas, tablero, dados, reglas del juego, etc. Todos sabemos que: el juego completo se terminará alguna vez y que muchos de nosotros abandonaremos el juego antes de que este llegue a su fin. Entonces aparece la ciencia que son los participantes del juego que buscan explicar las reglas del juego, la composición de sus elementos, la composición de los elementos, la posibilidad de otros juegos distintos al nuestro y demás. Pero, nadie nos explicará por qué es que estamos jugando aquí este juego. Somos en función del juego. No podemos explicarnos fuera del él sin recurrir a lo que conocemos del juego mismo. Estamos atrapados en el juego. El sentido que le demos a nuestra presencia en el juego y el tipo de jugadores que seamos (frenéticos, obsesivos, faltos de interés, divertidos, agobiados, solitarios, de equipo, tramposos, rígidos,...) dependerá de nosotros. De cómo y p

Sin deseo no hay amor

El deseo es una pulsión de vida que no siempre va encaminada a la satisfacción sexual. El deseo es el motor o la pira que nos impulsa a buscar experiencias. El deseo es el llamado del Ser a ser más, a continuar su devenir, a saciarse de vida. Recuerdo que en algún momento escribí sobre la gran pregunta: ¿qué quieres? Varias veces me he enfrentado a la nada ante esa pregunta. Es más, en algún curso que tomé por ahí hace algunos años, el conferenciante a cargo decía que en la meditación, en el momento de la introspección o la reunión con uno mismo, uno no deseaba nada. Curioso: cuando estoy conmigo, llena de mí, no quiero nada, pero ese no querer nada no es la misma nada que cuando en un momento cualquiera te preguntan qué quieres y tú no sabes responder. No sé si me haya explicado el laberinto éste entre el ser, la nada, el deseo y la sutil diferencia entre la interpretación general o común y la interpretación existencial. Cuando hablo del Ser me refiero no literalmente al